miércoles, 16 de septiembre de 2009

Detrás del velo

"Ich Bin, Was da ist. Ich bin alles, was ist, was war, und was sein wird,
Kein sterblicher Mensch hat meinen Schleier aufgehoben"
"Er ist einzig von ihm selbst, u. diesem Einzigen sind alle Dinge ihr Dasein schuldig"
Cuenta Anton F. Schindler en su Biographie von Ludwig van Beethoven que nuestro compositor conservaba estas dos frases enmarcadas sobre su mesa de trabajo.


Schindler fue uno de sus primeros biógrafos y llegó a conocer personalmente a Beethoven. Sin embargo, este lujo no le aporta a su trabajo biográfico más credibilidad de la poca goza hoy en día. Tanto es esto así que M. Solomon, un biógrafo más moderno del compositor de Bonn ha llegado a decir de Schindler que
"su propensión a la inexactitud y a la fabricación fue tan grande que virtualmente nada de lo que registró puede ser creíble al menos que se apoye en otra evidencia..."
Sea como fuere, no se equivocaba Schindler en la relación de las frases anteriores y podemos comprobarlo gracias a la evidencia que nos facilita la Beethoven Haus Bonn. He aquí el facsímil del papel manuscrito original.


La traducción de la primera frase no es muy difícil.
"Yo soy lo que es. Yo soy todo lo que es, lo que fue y lo que será. Ningún mortal ha levantado mi velo."

La segunda ya se complica un poco más pero me arriesgo también.
"Él es uno, existe por sí mismo y a esa unidad le deben todas las cosas su existencia."

Estás frases al parecer están tomadas del ensayo de Schiller Die Sendung Moses, pero se ha descubierto que se remontan por lo menos al Egipto Saítico y a los misterios órficos de la antigüedad.

Ni Schiller ni Beethoven eran masones. Es interesante que Beethoven no lo haya sido si tenemos en cuenta que J. Haydn, su maestro, sí lo era - por recomendación nada menos que de W. A. Mozart - y era algo bastante común en el círculo aristocrático vienés en el que el compositor de Bonn se desenvolvía.


Uno de los aspectos menos comentados de L. v. Beethoven es el que hace referencia a su misticismo. Al parecer no era un hombre externamente religioso y no hay muchos más datos al respecto. Su música, sin embargo, es un testimonio bastante elocuente. Sus sinfonías y sus conciertos están llenos del espíritu de lo heroico. Su ópera Fidelio es una gran metáfora de la liberación del alma (Florestán) de las cadenas de las bajas pasiones simbolizadas por Don Pizarro. Sus cuartetos de cuerdas y sus sonatas para piano se van desnudando de lo terrestre hasta quedar en puro espíritu en sus últimos números de opus. Su música toda es una verdadera fenomenología del espíritu humano.

A continuación y como prueba de concepto la Sonata No.17 en Re menor, Op.31, No.2, 1er movimiento, llamada "La Tempestad". El sobrenombre está muy difundido aunque últimamente se cree que no es del compositor alemán. Parece que se popularizó desde que el poco confiable A. Schindler relatara en su biografía mencionada más arriba que Beethoven al explicarle a su editor de qué trataba la música de esta sonata le dice "lea La Tempestad de Shakespeare". No sabemos si sucedió o no. A mi me gusta creer que sí y me pregunto si alguna vez lo desvelaremos.

Una interpretación brillante del excelente pianista guayaquileño y estimado amigo Andrés Añazco.


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