viernes, 5 de abril de 2013

Hannibal ad portas*

Aníbal Barca
Pocos personajes como Aníbal. Tito Livio lo sabía y su relación de la Segunda Guerra Púnica nos ha llegado completa, así que podemos leer en el comienzo del Libro XXI:
Tito Livio

Me considero en libertad de iniciar lo que es sólo una parte de mi historia con una observación preliminar (...) a saber, que la guerra que voy a describir es la más memorable de cualquiera de las que hayan sido libradas; me refiero a la guerra que los cartagineses, bajo la dirección de Aníbal, libraron contra Roma.

Todo comienza con Eneas. La rivalidad entre pɶnos y romanos era antigua y enconada. Dice el mito que el héroe troyano abandonó a Dido, la reina cartaginesa, en su camino hacia la región del Latium y que ésta eventualmente murió de amor. Al menos según la versión magistral de Virgilio.
El hecho es que para la época de Aníbal la inveterada enemistad tenía ya una guerra a cuestas y los ánimos estaban muy mal dispuestos de un lado y de otro.   
Hay un episodio clave en toda guerra, pero en este caso trasciende las consecuencias inmediatas. Muy pocas veces hay hechos tan significativos y decisivos. Es un momento bisagra. Hay todo un género literario que se desprende de lo que hubiera podido ser pero no fue. En este caso todo sería distinto. No hablaríamos castellano, adoraríamos a otro dios. Muy pocas veces la historia de una civilización se define en una decisión, una voluntad, depende de una persona.
Es el caso de Aníbal. Pocos como él. Un genio de la estrategia militar. Al día de hoy se estudian sus aportes en este campo en las academias de guerra más importantes del mundo: Trebia, Trasimeno, Cannas, el cruce de los Alpes. A Aníbal no le faltó nunca voluntad, determinación. Salvo una vez. Y desafortunadamente era la decisión más importante de la historia púnica.
Los antiguos tenían una manera muy peculiar de reflexionar sobre las cosas. Su lugarteniente Marhabal lo resumió de manera genial:
Non omnia eidem di dedere; vincere scis, Hannibal, victoria uti nescis.**
¿Que fue lo que pasó? Sencillo. Después de una seguidilla de derrotas, los romanos estaban en pésimas condiciones de defender Roma y el general cartaginés tuvo una única oportunidad de sitiarla y someterla. Probablemente, esto habría significado la victoria para los pɶnos y el fin de la guerra. Incomprensiblemente, Aníbal decidió retirarse en la que al día de hoy es considerada una de las peores decisiones de la historia occidental. La configuración del mundo sería diferente si Aníbal hubiera hecho lo que el sentido común y sus lugartenientes le aconsejaban.
O tal vez no. Los romanos no eran cualquier pueblo. Hay un hecho anecdótico relatado por Tito Livio que me resulta interesantísimo. Durante este episodio. Un ciudadano romano compró, justo en ese momento, el terreno en que acampaban Aníbal y los suyos cerca de Roma. Un gesto de optimismo increíblemente elocuente e ilustrativo: ¿se puede vencer a quien no se da por vencido?
No eran cualquier pueblo los romanos. Nadie lo dijo mejor que Virgilio:
Possunt quia posse videntur.***

* Aníbal toca la puerta. Frase proverbial en latín que indica un peligro inminente.
** No favorecen los dioses con varios dones a la misma persona; sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria.
*** Puede el que cree que puede.

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