sábado, 30 de mayo de 2009

Blade Runner


La primera vez que vi Blade Runner no entendí nada. Saber que es "del mismo director de Gladiador" no ayuda en lo más mínimo. Se ve que la gente que diseña las campañas de marketing no sabe más que de eso. No de cine. No de música. Menos aún de arte.


Después de verla por segunda vez se ha convertido en una de mis películas favoritas. En mi caso tuve que darle tiempo. El necesario para que me muestre su verdadero significado, que es bastante más profundo de lo que imaginé.


No sé qué me ha atrapado con más fuerza, si los pequeños o los grandes detalles: el papel que desempeñan los ojos a lo largo de la película y que tiene su culminación en el conmovedor monólogo de Roy bajo la lluvia; si la estética fascinante -eso es lo que sucede cuando se mezcla expresionismo y ciencia-ficción, o dicho de otro modo Metrópolis con Philip K. Dick-; tal vez haya sido el preciosismo audiovisual de la cinta; o tal vez la lograda música de Vangelis.


Lo cierto es que Blade Runner toca uno de los temas más importantes que hay, se pregunta qué es lo humano y arriesga una respuesta: la memoria. Lo que vivimos va conformándonos. Las cosas que hemos visto y que han dejado una huella en nosotros. Y es aquí cuando surge el planteo más incómodo de la película: que esto no nos diferenciaría de los robots. Y todo vuelve a estar como al principio. No sabemos quienes somos y llegar a saberlo no es tan sencillo. La cinta nos deja con un tácito y antiguo conócete a ti mismo.


Vangelis - Blade Runner (End Titles)