viernes, 27 de marzo de 2009

Censo, censor y censura

Una de las cosas que más me gusta hacer es jugar a las escondidas con Clío, la Musa de la Historia. Me imagino que ha escondido caprichosamente todos los cabos que unen la serie completa de los hechos humanos en referencias bibliográficas de difícil acceso. Mi trabajo es encontrar. Y atar cabos.
Conque mi último hallazgo de este tipo es la historia detrás de la palabra censor, derivada de census, que en latín significaba sencillamente poner impuestos y era un cargo público (desde el s.V a. C.) del cursus honorum en la República Romana.
Para cobrar estos impuestos de manera eficiente había que tener datos precisos sobre la cantidad de ciudadanos y sus actividades. Así nació el referido census. Y había que estar censado si uno quería aspirar a una función pública.
Poco tiempo después se pensó que sería una buena idea excluir a ciertos ciudadanos de este derecho si se podía demostrar su inmoralidad, lo que correspondía también al censor. De aquí la moderna noción de censura.
Uno de los más importantes de estos funcionarios en la época republicana fue Marcus Porcius Cato, conocido por sus elocuentes sobrenombres: Cato Censorius ("Catón el Censor"), Cato Maior ("Catón el Mayor"), Cato Sapiens ("Catón el Sabio"), etc. Fue criado según lo que los latinos llamaban con gran deferencia mos maiorum, las costumbres de sus antepasados.
Militar y agricultor, Catón era un tradicionalista y defensor de las virtudes tipicamente romanas como la disciplina, la diligencia, la honestidad y la determinación. No agradaba a muchos de sus contemporáneos porque siempre decía lo que pensaba sin tapujos pero era ampliamente admirado por todos y considerado un ejemplo de virtus.

Catón vivió en tiempos de las Guerras Púnicas y murió muy poco tiempo antes de la destrucción de Cartago, la ciudad de sus enemigos que nunca pudo ver en ruinas. Se dice que siempre terminaba sus discursos, cualquiera fuese el tema, con la frase "Ceterum censeo Carthaginem esse delendam" que significa: 'por otro lado creo que Cartago debe ser destruida'.
Al ganar Roma la Tercera Guerra Púnica pudo darse el lujo de eliminar el cobro de impuestos a los ciudadanos romanos. Así es, los romanos ya no necesitaban pagar impuestos dada la creciente abundancia que resultó de que Roma fuese, con la eliminación de Cartago, la única potencia del mediterráneo.
Y es así como el puesto de censor de repente perdió la parte más antigua de sus funciones y pasó a ser únicamente el de un árbitro de la moral, que como sabemos no se conserva intacta con el paso del tiempo. Y así, lo que para los romanos no era inmoral sí que lo llegó a ser para la Inquisición, que fue la que se encargó de la práctica de la censura desde el s.XII a. C. hasta bien entrada la modernidad.

Erasmo de Rotterdam fue uno de los que más pudo comprobar la celosa labor de la Inquisición durante el Renacimiento. Toda su obra fue censurada durante el Concilio de Trento y la historia nos ha guardado imágenes como la siguiente.

¡Conque se llegó de los impuestos y el conteo de la población a la censura de las ideas! ¡Clío sí que juega al teléfono descompuesto con las palabras y los hombres!